El libro de un hombre solo.

"...desde el momento en que las personas pierden su propia voz, se convierten en muñecos de trapo que no pueden escapar de la gran mano que los manipula."

domingo, 28 de noviembre de 2010

Blooper en MERCOSUR o Entre franelas te veas...





La entrada de Venezuela al MERCOSUR ha sido una vez más evitada. Esta vez el argumento lo conocemos muy bien nosotros también. Se apresa y se le abre juicio a un venezolano porque decide, sin violar ninguna ley, ponerse una camisa y plantear su posición política al respecto del gobierno actual, que la gente insiste en llamar “revolución”. Yo no puedo tildarla de tal, insisto en que antes que llamarla así, de darle tal vuelo, de argumentar como si se estuviera condenándola con señalarla así, se debe observar que es simplemente un gobierno muy malo.

Si en una revolución, lo extraordinario se convierte en cotidiano, como decía Ernestito, lo cotidiano ha sido la depauperación, el deterioro del país en áreas más sensible (no las nombraré, Ud. las conoce), la falta de franqueza y la malversación en la dirección de los asuntos públicos. No podría decir que eso en los malos gobiernos anteriores halla sido “extraordinario” -con extraordinario no apunto a lo que nos sorprende gratamente-, por eso insisto en que no se le debe llamar revolución a este gobierno.

Al caso. El senado Alfredo Luis Jaeggli dio como argumento el que en Venezuela se: “apresan a personas solo por vestir camisetas con ideas contrarias a la ideología oficialista.” A mi me basta el argumento del senador, no es una cosa tan tonta como para dejarla pasar. Además de que el señor de la camisa resume alegremente lo que muchos venezolanos pensamos.

El poder judicial se da a cada rato unos “chinazos”, que con sólo revisar las actuaciones próximo-pasadas del mismo gobierno, terminaría por encarcelarlos a ellos mismos. Un ejemplo, frente a la franela en cuestión (que anexo) está la que expuso el mismo presidente en cadena nacional, y que le “regaló” su rey, Juan Carlos de Borbón. (que también anexo). ¿Cómo hacemos entonces? En esa camisa se le señala directamente, se reafirma la actitud del mismo rey en una reunión internacional en la que lo mandó a callarrrrrrr. "Joder...".

Quién nos lo diría, que desde la lejana y a la vez cercana Paraguay, un senador, levantara la voz a favor de un compatriota nuestro y que esa acción de nuestro compatriota "encamisado" sirviera, una vez más, como argumento para evitar el ingreso del país a MERCOSUR.

¿Curioso...no?

poseía 2006

La leche cuajada
en el seno aborígen
aún
crepita
en nuestro suelo.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Anotaciones

Se decia intelectual,
ensayaba sus cuartillas
al espejo.

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Nunca traicionó
la libertad...
de su amo.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Anotaciones

Lo peor que le puede pasar
a un ecologista
es tener un éxito editorial

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DES:
Policías sin manual,
imponen el orden...

& & &

Como el fiscal de tránsito que obvia al semáforo;
el peatón, el chofer, el semáforo,
obvian al fiscal.

& & &

"NO pase la raya amarilla",
era una señal de prevención,
ahora es una advertencia.

& & &

Estaba en la ciudad,
un tanto perdida,
buscaba refugio,
siguió las ambulancias.

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Dijo: "-Vamos a preguntarle a Dios..."
y tecleó en la pantalla su duda.

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Repartía informes a diestra
y siniestra:
de sus propias faltas.

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Encapotado el cielo caraqueño,
se negó a llorar esa ciudad.

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Apenas pedía unas gotas
miserables;
el cielo no creía en ella.

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Fue abriéndose paso
a cornetazos...
en su triste velocidad.

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Le gustaba de noche...
porque no veía nada.

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Veintisiete veces lo intentó,
lloró cuando fue derrotada.

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Tres veces fue y vino,
en el tránsito, se embriagó

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¡Ecologistas!, no escriban...
no sea que triunfen.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Nuestros intelectuales



Orfandad intelectual o huérfanos de Intelectuales. No es lo mismo, ¡claro!

Puede que llevemos el estigma de tales carencias. Puede que la figura y el alcance del mensaje de Cabrujas, lanzado a través del teatro, la prensa y la televisión, tres medios de comunicación ineludibles para todos los estratos sociales, sea nuestro sino. Esta situación se me parece a la propaganda de una afeitadora X, que tiene ahora tres hojillas y al final una barrita, que no sirve para nada, pero que venden como una maravilla para lubricar la piel, para luego de afeitar. Es decir, quien se escapaba del teatro, no lo hacia de las otras dos, o quien no leía prensa ni iba al teatro, se conseguía con el discurso de Cabrujas encriptado en esa invención latinoamericana, la telenovela, más aún quien no veía las telenovelas, se lo topaba en los programas de opinión, en donde directamente lanzaba su mensaje.

Es que Cabrujas era mediático hasta los extremos. Tal vez por eso, su recuerdo, opaque al resto, puede ser. Pensemos: un pupilo de Cabrujas como Héctor Manrique; formado a su sombra en el teatro, la crítica y la televisión, tiene que hacer un papelón como el de Willie Trononis en La mujer perfecta, para sobrevivir, porque no es Cabrujas, que RCTV le pagaba hasta por no hacer nada, sólo por ser de “ellos”. Héctor Manrique es buen director de teatro, cuando te lo consigues opinando sobre el país es lúcido en su exposición, (dirán otros) no es Cabrujas.

Y es que creo que no debemos engancharnos en la “cabrujería”, suena bien, ¡verdad!, porque perdemos de vista la forma de defender las ideas en esta nueva y peculiar faceta que nos ha tocado vivir. El peor homenaje que se le puede hacer a un intelectual, quien sea, es extrañar su lucidez y su discurso. Porque si lo extrañamos es porque ese pobre hombre, impenitente hablador no logró nada, sólo habló y habló paja como Ricky Martin cantan sus canciones, habló solo y sólo para que nosotros, sus “fans” tarareáramos sus discursos.

¿Son tan mediáticos nuestros intelectuales de hoy?, o mejor, son realmente intelectuales, nuestros “intelectuales” de hoy. Nuestro común amigo Edward E. Said, en su Representaciones del intelectual, nos dice que el intelectual de hoy no es el tipo que escribe y se hace vendible en su imagen, para congraciarse con los lectores, las editoriales y en último término, con los gobiernos, del cuño que sea. Frente a esa postura me miro el ombligo y pienso en los nuestros, en mi parcela más cercana y querida: la historia, y veo, leo y escucho que no son complacientes en lo que muestran, hablan y escriben. Manuel Caballero, por ejemplo, busca en cada declaración, en cada artículo publicado, darle en las rodillas al gigante de barro y cuando escribe –en el largo aliento- no es diferente, no es complaciente, su mensaje busca desnudar la realidad emperifollada, su defensa de la libertad, de la democracia, no deja dudas. Ese es y será el signo de este tiempo, el mensaje se recibe en primera persona desde la tele, la radio, la prensa y ¡uff!, internet. Basta que éste mensaje lograr ser captado, comprendido e interpretado por los lectores, y más, esperado y seguido.
Manuel Caballero es un intelectual de retos serios, desde su posición como investigador nunca fue benevolente con Rómulo Betancourt, no se imaginaba él, en la década de los ochenta o noventa, que sería el presidente de una fundación como la “Rómulo Betancourt”, y frente a lo que pudiera tomarse como una claudicación de sus ideas, aceptó el reto de ser el albacea de su legado. Me recuerda este caso al título de un libro sobre Teodoro Petkoff, “Sólo los estúpidos no cambian de opinión”, Caballero ha sabido crecer y no lo ha dejado de hacer, defendiendo siempre la democracia desde su trinchera. Elías Pino I., no es distinto, sus estudios y sus declaraciones diarias, su última entrevista (razón de estas notas), su postura ante los ataques a la libertad y la democracia –aunque suene rimbombante- han sido todo lo claras que uno espera de ellos. Y no son alaridos, para nada, son posiciones, ideas, reclamos; que aunque no parezca, hacen retroceder a la bestia. Recuerde que EQTC los llama eufemísticamente: “especialistas”.
María Elena González de Lucca para ingresar a la ANH se lanzó un discurso estrictamente académico, pero cuando habló al día siguiente con la prensa, habló de el mal uso de la figura e imagen de Simón Bolívar y de cómo ahora parecía más un militante del PSUV, además de la única posición que debe tener una Academia como la de Historia, en la actual circunstancia que vive el país, ella aclaró que: “Bajo ninguna circunstancia una academia debería ser una institución del Gobierno, en el pasado no lo ha sido y en esta coyuntura menos, es una institución académica y punto.”, valdría agregar: ¡cómo le quedó el ojo!
Mi querido Rafael Cadenas, en la misma onda de Caballero, jamás a querido ser un tipo mediático, ni representante de nada, ni de nadie, sólo –eso sí- de la palabra escrita, esa “afilada espada del pensamiento”, como lo dice Eduardo Liendo. Cuando el can buscó morder a la palabra, representada por la Fundación para la cultura urbana, Rafael Cadenas no se contentó con firmar un manifiesto apoyando el disgusto general por tal acto. Contra sus mismos sentimientos se puso al frente de una fundación –como presidente- para defender a la palabra y a la Fundación. Rafael Cadenas no es cualquier hombre reclamando o pidiendo una audiencia, es nuestro poeta más importante. Su voz, su presencia genera un impacto. No se si por eso o porque a los canes simplemente no les interesan los libros, retrocedieron y se fueron tras otros huesos, más desprotegidos y más carnosos.

No me imagino a estos venezolanos diciendo: “no vale, yo ya no opino, porque son las cinco y terminó mi faena por hoy, llámame mañana en horas de oficina…”, luego, colgando y diciendo: “qué se creen, que pueden joder a cualquier hora, no valse…”.

Yo percibo que el reino de las preocupaciones de estos intelectuales es éste mundo. No están pensando en vainas abstractas mientras el país se va al garete. Julién Benda lo planteaba así para distinguir a los estudiosos de los intelectuales. Los primeros son unos defensores de los microbios o de la niebla, los segundos, defienden al hombre que camina, son sensibles ante su propia libertad de acción de decisión y la de sus contemporáneos; mientras los primeros se enojan, denuncian y condenan, cuando descubren (en 2010) las violaciones de Cristóbal Colón a los indígenas, los segundos se enojan, denuncian y condenan las violaciones a la libertad de sus contemporáneos.
Esta posición no condena la revisión historiográfica, sino que la cerca, la hace cónsona con los tiempos. La primera posición representa el infantilismo de los estudiosos, la segunda, la madures de las ideas.

Vea, Said nos dice que: “Los auténticos intelectuales nunca lo son con más propiedad que cuando, movidos por una pasión metafísica y por desinteresados principios de justicia y verdad, denuncian la corrupción, defienden al débil, se oponen a una autoridad imperfecta u opresiva.”
En estas características están los nuestros, los de verdad, los que están en la acera opuesta al gobierno, desde los rasguños de gatito de Barrera, las reflexiones de Tulio Álvarez, las chiflas de Caballero, la denuncias de Pino Iturrieta. Ninguno es la sombra, ni sombra de Cabrujas, su estilo único murió con él. Parece que nos dejó mucha nostalgia. La gente hoy se repite, como invocación religiosa –que no comparto- “qué falta nos hace Cabrujas; qué diría Cabrujas; cómo estaría de arrecho Cabrujas…” y otras conjeturas más sobre este espectro querido con cabello encrespado y lentes culo e´ botella.

Me meteré, para dejar la lata, con otros opinadores de nuestra realidad, que siento, también se empeñan –sin querer, por cierto- en entrar en esa categoría de Said: Ramón Guillermo Aveledo, Cesar Miguel Rondón, Alberto Federico Ravell, estos dos últimos tienen un rasgo en común, son hijos de hombres que lucharon contra dictadores y nacieron en el exilio. Pero, si quiere una lista más grande: Germán Carrera Damas, la bella Rocío Sanmiguel, Miguel Enrique Otero (que aunque no es de mi agrado acepto que se la está jugando). Qué decir de Teodoro Petkoff, que no se cansa de ser un tábano.
La lucha de los que defienden la libertad en nuestro tiempo, es como la que, repitiendo a Mafalda, libran las pulgas contra las locomotoras: “ellas no pueden parar un tren, pero si llenar de ronchas al maquinista”.

Esta es mi posición, querido amigo. La signa, sí, la esperanza y la certeza, de que el tiempo histórico no es el mismo que el de los semáforos, los corredores de bolsas, ni las quincenas o los meses. El tiempo histórico no puede ser marcado por el reloj suizo convencional, sus muelles son más largos, sus horas y días también. A veces, para pesar de la mayoría, es imperceptible. Antes y después nos asalta, nos sorprende, y no nos permite decidir si seremos actores o no.