El libro de un hombre solo.

"...desde el momento en que las personas pierden su propia voz, se convierten en muñecos de trapo que no pueden escapar de la gran mano que los manipula."

jueves, 16 de septiembre de 2010

Los Médanos de Coro



Hace poco visité (en un viaje fugaz) varias regiones de Venezuela. En eso que llamamos turismo nacional, especie de justificativo para poder decir: “…yo primero conocí Venezuela y luego empecé a salir al exterior…”. Cuando pienso en lo que vemos en nuestras regiones a veces me decepciono y maldigo a nuestro políticos –son, lamentablemente, nuestros- por ser de cortas miras y no darse cuenta de que el país en general –nosotros los venezolanos- no exigimos tanto para mantener –mantenerles- su statu quo, ese que les dará poder y más poder, que es el fin último de los que gobiernan en todas las trincheras.

Si no fuera por los monumentos naturales, que de algún modo salvan nuestro paseo turístico (La Gran Sabana, Los Médanos de Coro, las playas de Falcón, las aguas termales, la Laguna de Sinamaica) la infraestructura turística –con salvadas y honrosas excepciones: Mérida, por ejemplo- sería una porquería. Están tan ocupados en preservar el piche y efímero poder, que no se dan cuenta que dejan de trabajar por lo realmente importante. Prefieren enfrascarse en la corrupción o la malversación o en demostrar su ineficacia y su talante de burros (con el perdón de esos animalitos) como por ejemplo el Km. 0 de la Panamericana, el Metro, la Inseguridad. Pero bueno, ellos son así.

Quería mostrar cómo sitios turísticos naturales nos despiertan esa sensación de “yo soy de aquí”, “yo pertenezco a esto”: Los Médanos de Coro son un ejemplo, es un parque nacional. Cuando llegué allí –en mi caso por primera vez- me sentí extraño, demasiada arena, la tocas, la agarras en las manos y resulta que es amable, suave, nada pegajosa, te invita a quitarte los zapatos y las medias y a correr sobre ella. Veía esa inmensidad y pensaba en el Sahara, pero también en las viejas propagandas de Belmont y en las fotos de mi sobrina Camila rodando también entre ellas, en el comentario de Gilberto Santa Rosa sobre nuestros Médanos y en lo que una vez me dijo mi papá: “…ellos se mueven y tapan la carretera y hay que removerlos diariamente…”. No lo creí hasta que vi el tractor en plena vía, dispuesto para esa labor. Tal vez pensaba: “mi papá y sus vainas…”.

Estando en los médanos me lancé en una carrera pensando llegar a una loma visualmente cercana, cada vez que me detenía a ver cuanto me faltaba ésta estaba más lejos y corría y, como un espejismo, se volvía a alejar. Fue especial sentirme en la nada, sólo, alejado y a la vez cerca de todo. Las arenas de los Médanos de Coro no decepcionan a nadie. ¡Verdad Marietta!

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